
...razones, ciertas...
Escribo,
si al reír después yo lloro,
porque hay veces
donde duermo cobijado
por la tarde inmensa de soledad;
las nubes
que pintadas de grana por el tiempo
me sirven de frazadas,
tengo frío,
tengo miedo,
entonces escribo...
Temo de un pasado lunes que vendrá,
mas la pluma
que se invoca en una estrofa
es mi espada;
escribo,
pues al hacerlo,
el miedo aúlla y como humo
se eleva a la atmósfera
y se disipa con el viento.
Escribo,
pues cuando me besa la mirada
el sueño acompañado de su noche cárdena,
siento quebrada la columna,
distante el alma;
diluvio,
¡maldito diluvio!,
escribo cuando llueve.
Si vivo,
escribo
y si al morirme aún respiro
seguiré escribiendo…
Y es que en cada línea
que guardo versos
deposito una lágrima o una sonrisa,
y junto a ella, un latido;
es decir,
que por cada palabra escrita
ya he vivido,
ya he latido.
Escribo,
y derramo en cada hoja
con la tinta, mi sangre,
con el verso, tal vez un llanto,
y con mi pluma,
dormido el beso de una carcajada.
Porque en cada trazo que dibujo canto,
canto en mi silencio,
canto en mi mundo;
porque destruyo templos,
diluyo ausencias,
destierro miedos,
simplifico ciencias,
porque soy adicto,
porque soy humano,
porque muero,
porque retorno a vivo,
en consecuencia,
escribo.
Escribo,
pues soy sacrilegio,
pues a veces soy ausencia o algún beso de luna,
porque a veces me pinto de sol y sueño ser,
escribo,
pues a veces soy herida andante,
gigante risa,
o me siento infante,
pues hay tiempos donde soy líquido o nube azul,
un movimiento, una quietud.
Escribo,
pues es la única manera
de amar en perfecto equilibrio
con el movimiento rojo y la red infinita.
Escribo,
pues al no hacerlo ni sueño, ni pienso,
pues al no hacerlo, ni soy.
Escribo,
luego… existo.
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