viernes, 5 de diciembre de 2008

¡LATE CORAZÓN!



...rechazo definitivo a la rutina...


Shhh shhh
¡escuchen!,
está lloviendo aquí adentro…

Escuchen
cómo los cristales
condensados de vapor
rompen el silencio
al estrellarse
de la hoja de esmeralda recorrida
al tosco pavimento.
Dan un golpe seco
y casi vacío
contra el suelo, dichoso de ser humedecido.

¡No! ¡Y es que no son gotas!

¡Escuchen!,
llaman a la puerta…

Dan dos toques sin métrica
ni su condición
a la madera sin confines,
tocan cada vez más fuerte
y con mayor frecuencia,
¿saben ustedes acaso quién me busca?
¿saben por qué la urgencia?,
¡shhh!
…parece que la chispa
de su vibrante ruido
ha amenguado su tocar
por su ufanía.

¡No! ¡Y es que no son puños tocando la madera!

¡Shhh!
¡escuchen!,
la noche se aproxima
porque el reloj la pronuncia en su tic tac,
oigan cuán compás derrochan sus agujas
y qué inconsciente se torna
su infinito movimiento en su girar,
¿y es que no se cansa?,
¿y es que no razona?,
ya sé que es un acto involuntario pero…




¡No! ¡Y es que no son versos pronunciados por el tiempo!

¡Callar!
que no son gotas por el mar suspiradas
en monótona armonía;
tampoco son candencias con ritmo
en madera recortada;
mucho menos son canciones
liberadas a lo eterno y sin descanso por las horas…
nada que sea impensado,
¡son latidos!

Y es que en el mundo
donde la carne es la que muere,
todo actúa sin conciencia
y por una orden superior,
nada a voluntad se mueve
y, como es costumbre,
estas materias pierden el sentido de existir.

Nada como un latido
de una máquina que piensa
puede demostrar
tanta esencia condensada en este frasco.

Y es que la carne es la que muere,
mas no el poeta:
la carne muere por rutina,
y la demencia fantasiosa
persiste por versátil
al igual que mis latidos…


¡En fin!
odio lo mecánico, entonces… ¡late corazón!

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